Cruzar el desierto para llegar a una tierra de esperanza: la historia de una familia migrante
YAKIMA, Washington (OSV News)— Las vidas de los inmigrantes que no cuentan con los documentos legales necesarios para permanecer en los Estados Unidos son a menudo tan indocumentadas como las personas mismas. Esto no es sorprendente, ya que tienen que vivir en las sombras. La gente del Valle de Yakima a veces dice, a modo de broma, que es fácil identificar a estos inmigrantes; ellos son los que nunca, nunca superan el límite de velocidad.
Sólo las excepciones a esta regla son noticia.
Otra barrera para conocer sus historias es el idioma. La mayoría de los inmigrantes en el condado de Yakima provienen del estado mexicano de Michoacán, y con casi 100,000 personas que hablan de preferencia español, sean o no bilingües, uno puede arreglárselas sin siquiera aprender inglés. También está el tema de los diferentes niveles de educación formal más allá de la educación básica.
La historia de la pareja de esposos Luis y Yesenia, y su hijo pequeño, todos nacidos en México, ilustra lo que pasan muchos inmigrantes como ellos una vez que llegan a Estados Unidos sin permiso legal. Sus nombres han sido cambiados para proteger su privacidad, y los detalles de su historia fueron recopilados por un voluntario católico que ministró a esta familia durante ocho años.
Viven en una casa deteriorada en un barrio deteriorado. Luis trabaja nueve meses al año en los huertos y Yesenia cuida a sus seis hijos, cinco de los cuales nacieron en el estado de Washington. El centro de sus vidas es su parroquia, donde los niños aprenden a orar y a tocar música para alabar a Dios. Después de la Iglesia, su máxima prioridad es la educación de sus hijos. Yesenia despierta y lleva a todos a la escuela todos los días, debidamente equipados. Esta tarea se complica por la escasez de dinero en efectivo para comprar suministros y el hecho de que los niños están asignados a diferentes escuelas de la zona.
Como casi el 70% de los inmigrantes mexicanos en el condado de Yakima, no son ciudadanos y, como la mayoría, ingresaron al país antes de 2010, según la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
Luis nació de una joven cuyo marido murió repentinamente mientras ella estaba embarazada. Ella no pudo cuidar de él y fue acogido por una familia de agricultores. Creció con ocho hermanos y hermanas, pero nunca fue enviado a la escuela.
Se casó con Yesenia cuando era joven y pronto tuvieron un hijo. Lucharon juntos por un mejor futuro— el único trabajo que pudo encontrar rendía un salario diario que apenas alcanzaba para cubrir el suministro de alimentos de un día— y por eso planearon emigrar. Para proteger a su hijo, pagaron a un traficante para que lo llevara al otro lado de la frontera. Luis fue primero y esperó en California durante 24 horas de angustia hasta que Luisito, de 9 meses, disfrazado de niña para hacer juego con el documento falso, fue entregado en sus brazos.
Durante años, Yesenia no pudo hablar de su experiencia al cruzar la frontera. La capturaron y la enviaron de regreso dos veces. Durante esos intentos, vio cosas terribles: un joven asesinado a tiros; una joven atropellada por un vehículo todo terreno de la Patrulla Fronteriza. Soportó meses de zozobra antes de volver a abrazar a Luisito.
Tenían un primo en Ellensburg, Washington, así que se mudaron allí para empezar. Este primo se aprovechó de su ignorancia para quedarse con la mayor parte de lo que ganaban. Luis y Yesenia no tuvieron otro recurso.
Aprendieron que no podían confiar en la ayuda de nadie. Una noche, la novia del primo pareció sufrir un brote psicótico y amenazó con matar a Luisito. Desesperada, Yesenia llamó a la policía. El operador le preguntó si era ciudadana y Yesenia tuvo que decir que no.
La policía no llegó hasta tres horas después, cuando la novia ya se había marchado.
Finalmente, se mudaron a Yakima y la vida se volvió más calmada. El trabajo de Luis es estable, aunque estacional. Paga sus impuestos utilizando un Número de Identificación del Contribuyente (TIN, por sus siglas en inglés). Si bien no califica para recibir beneficios del Seguro Social, el monto estándar se deduce de su salario.
Desde su punto de vista, Luis se arriesgó para construir una vida mejor para sus hijos y es de las personas que ponen a la familia en primer lugar, las que fortalecen a la sociedad.
Cinco de sus hijos son ciudadanos y espera que algún día los seis aprovechen las oportunidades que él no tuvo para construir una buena vida para ellos y sus familias.
Luisito ahora tiene 16 años y sobresale en su escuela secundaria. Él y sus hermanos se comunican en español con sus padres, pero se sienten más cómodos hablando en inglés. A diferencia de la generación anterior, ellos están preparados para contar la historia de los inmigrantes y Luisito ya ha comenzado. Hace cuatro años escribió:
"Admiro a mi padre por ser valiente y trabajador".
"Mi papá trabaja duro. Sale a trabajar a las cinco de la mañana. El trabajo es agotador porque tiene que trabajar rápido. Fui con él una vez y me dolieron los brazos muy rápido porque los tallos de las manzanas son duros y difíciles de arrancar del árbol. Él tiene que hacerlo seis días a la semana. Luego llega a casa y tiene que cuidarnos ¡y no es tan fácil cuidar de nosotros! A veces le gustaría tomar una siesta, pero somos demasiado ruidosos".
"Mi papá es muy valiente. Para cruzar la frontera hay que ser valiente, porque da mucho miedo".
"Mi papá creció en Guerrero, México. En México tenía ocho hermanos y él estaba en el medio. Era muy difícil conseguir un trabajo para pagar la comida y la ropa, porque el salario era muy bajo. Él quería mudarse a Estados Unidos para conseguir un mejor trabajo y que sus hijos tengan un futuro mejor que él".
"Para llegar aquí, mi papá tuvo que cruzar un desierto. Se quedó en California su primer año. Cuando llegó, siempre tuvo miedo de que lo deportaran. Fue difícil, porque no conocía nada ni a nadie".
"Pero hubo algunas personas amables que lo ayudaron. Había una mujer que me cuidó cuando yo era un bebé, mientras mis padres cruzaban la frontera. Había gente de la iglesia que nos dio la bienvenida a Yakima. Oraron por nosotros y nos apoyaron en los malos momentos".
"Creo que fue un gran sacrificio el que tuvo que hacer, dejar a su familia, y correr el riesgo de que lo atraparan. Si se hubiera quedado en México, probablemente no tendría ropa bonita, ni suficiente comida o un lugar donde vivir".
La historia de Luis y Yesenia no es una de las historias más dramáticas que la gente está acostumbrada a leer en las portadas o en las noticias. Es una historia mucho más común, pero apenas conocida en todos sus detalles: una familia pobre que huye de una pobreza desesperada y cruza un desierto para llegar a una tierra de esperanza.
Por Ann Hess, OSV News