Amor a María

Por NTC Staff
North Texas Catholic
(20 de mayo de 2024) Fe-Y-Catequesis

Una estatua de Nuestra Señora afuera de la Parroquia de St. Matthew en Arlington. (NTC/Ben Torres) 

E

ntre todas las celebraciones que existen alrededor del mundo, creo que la más acertada es la del Día de las Madres … pues el amor de una madre es tan único y excepcional, que no hay nada que se pueda comparar con el mismo. Hasta el mismo Dios hecho hombre quiso tener una.

Sin lugar a duda, hablar de María, Madre de Dios, es hablar del amor incondicional y auténtico. Por esta razón, Dios eligió a María como la progenitora de Su Hijo.

Me encanta ver reflejada a mi madre en la imagen de la Madre de Dios, pues al igual que María, mi madre trata de que yo ayude al prójimo, aún en las ocasiones que yo no quisiera. Mi madre me recuerda con frecuencia el pasaje de las bodas de Caná y me empuja siempre a ser bueno y servir a los demás, incluso en los momentos que ésa no sea mi intención.

La pureza de corazón de una madre la lleva en todo momento a animar siempre a sus hijos a hacer el bien y lograr su autenticidad como persona.

Tengo la dicha de haber estado siempre empapado de un amor inmenso por María, Madre de Dios, gracias a la humildad, sencillez y bondad de mi madre.

Hace ocho años perdí a uno de mis hermanos, que era cuatro años menor que yo. Además de ser mi hermano, era mi mejor amigo.

Quiero resaltar que la Virgen María siempre ha sido sustento en todo este tiempo de duelo, y nos ha dado constantemente fortaleza a mi madre y a mí. Mi madre y yo rezamos juntos el Rosario el día 19 de cada mes, por vía telefónica, y lo ofrecemos por el descanso eterno del alma de mi querido hermano, que falleció el 19 de junio del 2016. Ella está en México y yo en Texas, pero esto no es impedimento para que nos unamos en la fe, el amor y en comunión para interceder por el alma de mi hermano. Siento que así puedo apoyar a mi mamá y darle un poco de consuelo en medio de su dolor por la pérdida de su hijo.

La protagonista de esta oración compartida de amor y unidad es María; la siempre Virgen María; la Madre de Dios; María, la del Santo Rosario; la Señora de la historia que mi mamá me contaba cuando yo era niño; la que yo no quería hacer llorar; y la misma que ahora nos une a través de su consuelo y paz.

Es María, Madre de Dios, la que nos une a mi mamá (que, por cierto, se llama María) en Michoacán, México, y a mí en Texas.

Cada vez que entro a una iglesia, busco una imagen de la Madre del Creador; y no lo hago solamente para poderla ver. Lo hago para que Ella también me vea a mí; ahí bajo sus pies implorando su mirada y rogando que nunca deje de verme. Que Ella me conozca, y que siempre me reconozca en todo lugar como un hijo amante suyo que la respeta y la admira, pero que, sobre todo, la ama como su única madre.

Tener una amorosa mamá es como tener pan cuando tienes hambre, un paraguas cuando está lloviendo, una bebida refrescante cuando tienes calor y una cobija cálida cuando tienes frío.

Escrito por Luis Miguel Urrutia. Aprende más de él aquí.

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