La moralidad de la fertilización in vitro

North Texas Catholic
(20 de junio de 2024) Nuestro-Pastor-Habla

Una mano enguantada recoge un tubo congelado, lo que ilustra la cantidad de fetos almacenados como repuestos. (iStock/TopMicrobialStock)

Varios casos judiciales recientes en Alabama y Texas han vuelto a generar conversaciones en el foro público sobre la dignidad de los embriones humanos que han sido concebidos mediante fertilización in vitro (FIV), pero que permanecen congelados a la espera de ser implantados en el cuerpo de una mujer para su desarrollo durante el embarazo hasta la llegada del nacimiento del bebé. El Tribunal Supremo de Alabama dictaminó el 16 de febrero que los embriones congelados eran personas; lo que permitiría a los padres poder reclamar daños civiles por la muerte de sus hijos, si los embriones fueran destruidos en la clínica de fertilización in vitro. El tribunal también citó una enmienda constitucional aprobada por el estado de Alabama en el 2018 que declara: “Es la política pública de este estado reconocer y apoyar la santidad de la vida por nacer y los derechos de los niños por nacer, incluido el derecho a la vida”.

La ley que prohíbe casi todos los abortos en Texas, que entrara en vigor el pasado mes de septiembre tras la anulación del caso Roe v. Wade por la decisión Dobbs del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, define al feto como “un miembro vivo individual de la especie homo sapiens desde la fecundación hasta el nacimiento, incluidas todas las etapas embrionarias y fetales del desarrollo”. Tanto las leyes de Alabama como las de Texas y los casos judiciales posteriores han suscitado consideraciones jurídicas y morales sobre el proceso de FIV; y en cuanto a si los embriones congelados deben ser tratados como personas o como propiedad.

Pese a que estas cuestiones podrían parecer nuevas para los tribunales y las legislaturas contemporáneas, la Iglesia Católica las ha abordado con una reflexión sensible y pastoral por muchos años. En el 1987, la Congregación para la Doctrina de la Fe (hoy conocida como el Dicasterio para la Doctrina de la Fe — DDF) publicó la Instrucción Donum Vitae. Este documento analizó los diversos procedimientos relacionados con la fertilización in vitro teniendo en cuenta la enseñanza moral de la Iglesia sobre la dignidad de la persona humana y los principios del derecho natural. El documento analizó temas tan variados como la maternidad subrogada, la recolección de embriones con fines de experimentación y la moralidad de la propia fertilización in vitro. La doctrina presentada en Donum Vitae ha sido discutida más ampliamente en encíclicas papales y documentos de enseñanza posteriores, incluido el documento más reciente Dignitas Infinita, promulgado el 8 de abril del 2024 por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

El razonamiento de la Iglesia en relación con la cuestión de la fertilización in vitro y los embriones humanos creados mediante ese tipo de fecundación es que la fertilización in vitro menoscaba la dignidad de la humanidad de los embriones concebidos. Los embriones son seres humanos y niños no nacidos. La fecundación in vitro también menoscaba la dignidad de las madres y los padres biológicos de estos niños no nacidos y la dignidad de las madres y los padres adoptivos porque la tecnología de la fertilización in vitro reemplaza la relación humana del acto marital entre un hombre y una mujer, tal como fuera diseñado por Dios para la procreación justa y respetuosa de la vida humana. La fertilización in vitro invita a terceras personas a la relación marital íntima mientras explota las emociones de las parejas que desean naturalmente concebir y dar la bienvenida a los hijos en su familia.

Debido a su gran costo económico y la alta posibilidad de fracaso, la fertilización in vitro, que conlleva la implantación de un embrión congelado en el cuerpo de una mujer, requiere la concepción de más de un embrión más allá del número de embriones que una mujer podría llevar de manera segura en su embarazo. Esto establece una distinción injusta entre los embriones implantados y los embriones “de repuesto”, que se congelan en caso de que sean “necesarios” como reemplazos por si ocurre un aborto espontáneo.

La conversación y discusión sobre la moralidad, legalidad y conveniencia de la fertilización in vitro continúa en nuestros tribunales, legislaturas y el foro público. Por eso, es muy importante que los católicos estén conscientes de que la Iglesia enseña que los niños no nacidos creados mediante fertilización in vitro, congelados o implantados, son seres humanos a los que se les debe otorgar el mismo respeto y los mismos derechos que a cualquier otro niño nacido o no nacido; y nunca deben ser tratados como propiedad. Debemos recordar también que el deseo fuerte y natural de concebir y tener hijos que experimentan las parejas casadas cuando se sienten tristemente frustradas por la infertilidad no debe ser explotado emocional o económicamente por las falsas promesas de las clínicas de fertilización in vitro, que afirman de manera incorrecta, pero sincera, que una pareja tiene derecho a tener un hijo según sus propios términos.

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