Siempre apoyandonos: La oración y el servicio ayudan a las esposas de los diáconos permanentes

North Texas Catholic
(1 de octubre de 2024) Noticias-Locales

El Diácono Ricardo De León y su esposa, Estela, en la Parroquia de All Saints en Fort Worth el 28 de mayo. (NTC/Juan Guajardo)

"Humildes”, “buenos esposos y padres” y “centinelas” capaces de reconocer a los pobres y alejados, así describió el Papa Francisco a los Diáconos Permanentes de la Diócesis de Roma en el 2021 durante una de sus audiencias en el Aula de las Bendiciones.

Según el Concilio Vaticano II, antes de ser ordenado, un candidato al diaconado permanente debe contar con el total consentimiento de su esposa e hijos, pero aún más, las esposas de diáconos permanentes son aliadas y apoyo para estos “siervos de la Iglesia”. 

Si le hubieran dicho hace unos años a Estela De León, 62, que su esposo Ricardo sería ordenado como diácono permanente, “lo hubiera creído sin dudarlo,” pues asegura que siempre ha sido “un hombre de gran fe, dispuesto a servir al prójimo”. 

Ellos son originarios del Sur de Texas, llevan casi cuarenta años de casados y tienen tres hijos adultos. Son feligreses de la Parroquia de St. Elizabeth Ann Seton de Keller desde el 1992. De León ha visto cómo su esposo es parte de los Caballeros de Colón, sirve como Ministro Extraordinario de la Eucaristía y acólito; y visita hogares de la tercera edad. 

El Diácono De León, 62, fue ordenado en el 2020 por el Obispo Michael Olson en la Diócesis de Fort Worth y asignado a la Parroquia de All Saints de Fort Worth, en la que trabaja además como administrador de operaciones de la parroquia.  

La esposa de un diácono ha de tener mucha paciencia y comprensión, ya que se reciben llamadas a medianoche, conlleva horas de espera después de Misa; y son muchas más horas que una pasa sola en la casa. No obstante, De León asegura que ha sido “un camino de bendiciones”, incluso desde el discernimiento y preparación de su esposo, pues dice, “aprendí mucho de lo que él estaba aprendiendo,” y recibió “luminosos” consejos. “Estamos en armonía, más cerca el uno del otro espiritualmente,” y enfatiza que “ver lo apasionado que es con su servicio, escuchar sus homilías y verlo crecer en fe, ha sido inspirador”. Se siente muy orgullosa de su esposo.  

Como las cinco jóvenes prudentes que llevaban suficiente aceite y mantuvieron encendidas sus lámparas para recibir a sus novios (Mateo 25,1-13), De León describe cómo su devoción al Santo Rosario la llena de paz cada mañana. Si lo deja pasar, “siento que no es un buen día,” asevera. Ella resalta además la importancia de mantenerse como familia fieles a la Santa Misa. 

Cuando se jubile pronto como profesional de atención escolar a estudiantes con necesidades especiales, a De León le gustaría ayudar en la escuela o en el programa de educación religiosa de la Parroquia de All Saints. Sin embargo, el Diácono “le tiene listo un escritorio en su oficina”, apuntó De León en tono de broma. 

Licia Vásquez, 52, se siente “bendecida y agradecida” de Dios por disfrutar de un matrimonio de treinta y cuatro años, tener tres hijos y once nietos; y siempre de la mano de la vocación de su esposo, Manuel Vásquez, 53, que fue ordenado diácono hace casi cuatro años y asignado a la Parroquia de Sacred Heart de Wichita Falls. Llevan en esa comunidad parroquial más de dos décadas.

El Diácono Manuel y su esposa, Licia Vásquez rezan dentro de la Parroquia de Sacred Heart en Wichita Falls. (NTC/Bertha Salazar)

“Me regocijo y me da paz ver a mi esposo sirviendo en el Altar y esforzarse por ayudar a otros a florecer en su fe”. Vásquez recuerda cómo en el 2010 observó a su esposo ‘encenderse en la fe’ cuando formaba como catequista a un grupo de jóvenes para el Sacramento de Confirmación. Fue un tiempo crucial para su llamado al diaconado. “Buscaba en todo momento aprender cada vez más y más para ir enseguida a compartirlo en la clase,” Vásquez agregó.

Originaria de Odessa, Texas, y de raíces puertorriqueñas, Vásquez enfatiza que el amor al servicio y la armonía familiar son clave para apoyar a su esposo en su ministerio. “¡Cómo no podría querer que mi esposo sirviera a nuestra Iglesia si yo misma soy servidora!”, enfatizó ella, que lleva siendo catequista por más de veinte años.

El rezo del Santo Rosario y la Divina Misericordia, así como visitar al Santísimo, son recursos que llenan de calma a Vásquez, que trabaja como la administradora de operaciones de la Parroquia de Our Lady Queen of Peace de Wichita Falls. Reza a Dios por más vocaciones sacerdotales, religiosas y al diaconado. Señala que “como esposas, no debemos tener miedo de dejar a nuestros esposos servir, incluso a nuestros hijos, animándolos a responder, si ellos sienten ese llamado”, apuntó. 

 

La gloria es sólo para Dios 

“En el cuerpo eclesial nadie puede elevarse por encima de los demás”, dijo el Papa Francisco en la misma audiencia del 2021. Es con este servicio humilde que De León y Vásquez apoyan el apostolado de sus esposos que son diáconos.  

De León, que es muy discreta, prefiere servir en silencio, pero atenta, siendo, como su nombre lo asemeja, una ‘estrella’ que ilumina y acompaña a su esposo. Vásquez cree que es importante no tener un trato especial “por ser esposa del diácono,” sino seguir “siendo la misma persona servidora”.

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