Seminaristas pasan el verano en un programa de inmersión en español o con sacerdotes jubilados
Además de sus tareas parroquiales habituales durante el verano, un grupo de seminaristas dedicaron este año seis semanas a participar en uno de los dos nuevos programas iniciados por el Obispo Michael Olson: un programa de inmersión en español y una serie de visitas a los sacerdotes jubilados.
Inmersos en una cultura de fe
Para atender a la creciente comunidad hispana nueve seminaristas se dedicaron a la tarea de practicar su español al menos cuatro horas al día, cuatro días a la semana con hispanohablantes en las respectivas parroquias a las que fueron asignados. El programa requiere estar por las tardes con familias de la parroquia, servir como voluntarios en lugares de ayuda comunitaria o trabajar con el personal de la oficina parroquial.
“Algunos de los seminaristas ya hablan un poco de español; otros tienen conocimientos básicos del español”, dijo el Diácono Rigoberto Leyva, Director Diocesano del Ministerio Hispano y responsable del programa de inmersión. “Este programa va a ser muy útil para ellos porque no sólo van a aprender español y practicarlo, sino que van a poder ver otra perspectiva de la vida familiar”.
Además de los requisitos de inmersión semanales, los seminaristas asistieron a tres clases de español con Terry Hostler de la Parroquia de St. Mary of the Assumption de Fort Worth. Hostler evaluó la aptitud de los seminaristas al comienzo y al final del programa de seis semanas.
“No importa el nivel de competencia que tengan en el idioma, sólo van a mejorar, si tienen confianza y se ponen en situaciones en las que necesiten hablar español”, aseveró Hostler. “Tuvieron también que aprender nuevas destrezas para hacer frente a diferentes situaciones”.
“Uno de mis objetivos era mejorar mi capacidad de escuchar y entender”, comentó el seminarista Jacob Zimmerer, mientras sostenía en su mano un diccionario de español a inglés ligeramente gastado. “Sin duda, eso es algo en lo que creo que he mejorado”.
El seminarista Quang Nguyen comenzó el programa con la esperanza de mejorar su fluidez al hablar en español.
“No hablo con fluidez, pero creo que, si hablan despacio, puedo conversar con ellos”, explicó justo antes de comenzar su trabajo en la Parroquia de St. Mary of the Assumption de Fort Worth. “Me encantaría poder seguir su ritmo al conversar con los hablantes nativos”.
A las cinco semanas de haber comenzado el programa, ya Nguyen podía darse cuenta del progreso logrado en medio de la experiencia desafiante. Está muy agradecido de las tres familias hispanas que él y Zimmerer tuvieron la oportunidad de visitar semanalmente.
“Las familias con las que hemos estado este verano han sido muy generosas y pacientes con nosotros”, recalcó el seminarista.
A partir de la experiencia
Un grupo de 13 seminaristas, distribuidos en equipos de tres, visitaron a seis sacerdotes jubilados que residen en la diócesis para aprender de la experiencia de los sacerdotes jubilados que sirvieron en la Diócesis antes que ellos.
“Creo que es una experiencia en la que todos ganan, tanto los seminaristas como los sacerdotes jubilados, por el simple hecho de conversar”, declaró Nancy Eder, la enfermera consultora diocesana.
Durante una visita a la casa de Monseñor Joseph Scantlin, ubicada al cruzar la calle de su antigua parroquia, Most Blessed Sacrament de Arlington, el diácono transitorio Isaac McCracken y los seminaristas Carson Kitaif y Robert Weisberg conversaron con él en su sala de estar. Le hicieron preguntas al sacerdote jubilado sobre su trayectoria vocacional, las alegrías y los desafíos que había enfrentado, así como de sus momentos favoritos en el ministerio sacerdotal.
Al pedirle que diera un consejo a los seminaristas jóvenes, el sacerdote de 92 años les dijo con dulzura: “Simplemente, sean ustedes mismos. Sean ustedes mismos y permitan que la gente entre en sus vidas y que ellos sean parte de la vida de ustedes. No tengan mucho miedo de las personas... ustedes son uno de ellos y están haciendo un trabajo muy especial y necesario con ellos y para ellos. Estén contentos de hacerlo, muy felices de hacerlo. Ése es el único consejo que tengo: sean ustedes mismos”.
Al final de la visita de una hora, los tres seminaristas se reunieron alrededor del sillón de Monseñor Scantlin, que lleva 65 años de sacerdote, para tomarse una foto con él antes de regresar a sus respectivas asignaciones parroquiales.
“Por favor, tengan paciencia”, les dijo Monseñor al despedirse de ellos. “La Iglesia necesita buenas personas que tengan un buen corazón”.