Dos hijos en el seminario
Mónica Segura se pone a pensar y ve con claridad cómo Dios ha acompañado a su familia desde un principio. “Dicen que ‘no pone, sino que Dios nos pone’”, afirma también su esposo Cruz Segura.
Mónica y Cruz, los padres de dos jóvenes que han entrado al seminario de la Diócesis de Fort Worth, recuerdan cómo ellos han trabajado juntos durante su vida para permanecer abiertos a la voluntad de Dios.
“Él nos fue guiando hacia donde Él nos quería”, apunta Mónica, mientras describe cómo su familia llegó en el 2014 a la Parroquia de Our Lady of Lourdes de Mineral Wells. “Dios fue el que nos dijo de movernos a Our Lady of Lourdes, pero yo no estaba muy convencida”.
Ellos fueron anteriormente feligreses de la Parroquia de St. Stephen de Weatherford, donde su hijo mayor, Jesús, recibió su Primera Comunión.
Fue en St. Stephen donde “nos pusieron la semilla de la fe,” asevera Mónica. Entonces, en Our Lady of Lourdes, la semilla echó raíz y floreció.
“No participábamos en nada, excepto ir a Misa”, explica Mónica. “No había oración, nada. Fue cuando llegamos a Our Lady of Lourdes que empezamos a involucrarnos en el ministerio y nos fueron enseñando. Nos enseñaban y nosotros lo poníamos en práctica en casa. De ahí también nos fuimos alimentando nosotros espiritualmente”.
Deseo de servir
Mónica y Cruz no lo esperaban cuando Jesús les dijo que quería entrar al seminario.
“Yo, como mamá, lo que veía era que, a su edad, le gustaba a Jesús a participar en actividades de la fe. El padre le invitaba, ‘Acompáñeme a dirigir el vía crucis’. Él iba y ahí fue donde yo empecé a ver así como que algo ya estaba pasando, pero nunca como para decir que se iba ir al seminario”, dice Mónica.
Su hijo estaba bien activo en la Iglesia y empezó a expresar interés de entrar al seminario después de graduarse de la escuela secundaria, comento Cruz.
Haber sido criado por padres que estaban curiosos de tener una vida de fe activa y que aceptaban esa misma curiosidad en su hijo le ayudó mucho a Jesús, asevera el seminarista, que lleva cinco años en el seminario.
“Era cuestión de que me animaran a ir y buscar cosas con las que me sintiera cómodo al participar en la liturgia”, explica Jesús. “Entonces, cuando era pequeño, serví como monaguillo por primera vez en el altar; y, a medida que crecí, tenía el deseo inicial de ser lector, pero siempre hay muchos miedos que surgen al intentar algo nuevo”.
“Poco a poco, fui aprendiendo lo que hacía bien y lo que hacía mal, y lo que hacía mal lo quería hacer mejor porque ahí encontré las ganas de servir y de servir bien”, continúa diciendo Jesús. “Vi que había momentos en que se tenía que hacer un trabajo y yo podía hacerlo. Sólo tenía que tener confianza en que podía hacerlo”.
Sus padres lo apoyaron para asistir a clases impartidas en la diócesis que le permitieron explorar la fe, dijo Jesús.
Rodeado por las tradiciones, la teología y la sabiduría de la Iglesia, adquirió un sentimiento de maravilla y amor por sus estudios.
“Junto con el deseo de servir, mi amor por la Iglesia facilitó la decisión de querer entrar al seminario y considerar el sacerdocio”, señala Jesús.
Ven y Verás
El interés de entrar al seminario fue una experiencia similar, pero distinta que la de su hermano, apunta José. Cuando se dio por vencido de buscar alguna pasión en los deportes u otros pasatiempos activos, el adolescente recibió un regaño de su madre que cambió su forma de pensar.
“Ella me dijo: ‘Está bien, no tienes que ir a practicar deportes, pero dime algo que sí vas a hacer y que sea beneficioso para ti”, comenta José. Entonces reconoció que quedarse en casa y perder el tiempo no iba a ser suficiente ni para su mamá ni para él.
“Sólo necesitaba descubrir cómo encontrar un balance y no perder el tiempo”, añade José. “Y eso fue la oración; y eso me ayudó mucho”.
Eventualmente, José aprovechó la oportunidad para visitar a su hermano en el seminario por el retiro de Ven y Verás. “Una vez que estuve allí, pude entender finalmente de qué se trataba, y mi punto de vista cambió. Me vino a la mente algo que no había pensado antes: convertirme en sacerdote”, asevera José.
Cuando Mónica lo recogió del retiro, se recuerda cómo él “llegó con cara de emoción, diciendo ‘Esto es lo que quiero’”.
Desde que entró al seminario, José ha seguido encontrando gozo en la oración y también sigue mejorando su relación con Cristo.
“En realidad no se trata de seguir el camino de mi hermano, sino de encontrar mi propio camino, el camino que Dios quiere que yo siga”, explica José.
Llenos de paz
Como tienen un hijo en el Seminario de St. Joseph en Louisiana y el otro en San Antonio, tomando cursos de teología, la gente les pregunta a los dos padres si les molesta que sus hijos están lejos.
“Pienso que fue difícil porque no los tengo aquí, pero estoy contento porque sé dónde están”, asevera Cruz.
“Están aprendiendo algo del Señor, que es lo mejor, y eso es lo que me llena. Sé que están en un buen lugar aprendiendo, algo que les va a servir para su vida más adelante”, añade Cruz.
Desde entonces, Mónica y Cruz se han acercado más que nunca a su comunidad parroquial.
“Veía que estos niños pequeños se aburrían cuando rezaban el Rosario y que se les hacía tan pesado rezar, entonces decidimos enseñarles”, dijo Mónica.
“Me encanta porque ahora los niños son los que me están pidiendo y preguntando cuándo oraré con ellos”, ella concluyó.