Ciudadanos Fieles y la Formación de la Conciencia: Segunda Parte

North Texas Catholic
(9 de octubre de 2020) Nuestro-Pastor-Habla

En mi último artículo exhorté a cada uno de nosotros a comenzar a orar por la recta formación de nuestra conciencia en el desempeño de una de nuestras responsabilidades de ciudadanía fiel, es decir, votar. En este artículo seguiré ofreciendo una guía para la formación constante de nuestra conciencia.

Una profunda reflexión sobre los Diez Mandamientos puede darnos una buena estructura para priorizar las diferentes cuestiones que hemos de considerar en la formación de nuestra conciencia.

Debemos recordar que los mandamientos son la alianza que Dios hizo por primera vez con Moisés y que convierte al grupo dispar de esclavos refugiados en el pueblo elegido: el pueblo elegido de Dios en peregrinación a la Tierra Prometida. Los mandamientos no son una lista colocada arbitrariamente de imperativos individuales y distintos unidos sólo en el que están ordenados por Dios y destinados a la obediencia humana. En realidad, son el plan de Dios para que prosperemos individual y comunitariamente, para lograr la plenitud que Él desea y quiere para nosotros como seres humanos.

Como la Alianza de Dios y su pueblo, los mandamientos son vinculantes y se suceden uno al otro en un sentido que está claramente ordenado e inherentemente unido. Cada uno de los mandamientos sigue al anterior llevando más profundamente al pueblo de Dios a la relación amorosa y justa de pertenecer a Él y a los demás. Los mandamientos corresponden unos a otros tanto en su sustancia como en el orden. El pueblo de Dios se pertenece el uno al otro, tanto en la esencia de la vida familiar como en el orden de la vida política, el idioma y la cultura.

Es importante señalar que los primeros tres mandamientos articulan lo que nosotros como seres humanos le debemos justamente a Dios, que es la virtud de la piedad. El Cuarto Mandamiento da seguimiento a esta deuda con Dios en relación con lo que debemos a los demás seres humanos, que es la virtud de la justicia. Esta deuda humana comienza con nuestros padres, es decir, padre y madre; y en los mandamientos subsiguientes se establecen las justas delineaciones de las otras relaciones humanas dentro y con la sociedad.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos llama a considerar que el Cuarto Mandamiento establece el fundamento y orden de los mandamientos siguientes revelados a Moisés. El Cuarto Mandamiento es el que establece la necesidad del estado de derecho justo requerido para gobernar la sociedad humana porque “se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan. Este mandamiento implica y sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas”. (CIC 2199)

Los mandamientos subsiguientes no sólo sirven para la salvación del mundo, sino que también articulan los derechos humanos: entre ellos se encuentran el derecho a la vida, la integridad de la sexualidad humana y el matrimonio, el derecho a la propiedad, el derecho a que la verdad sea dicha y el derecho a una buena reputación. Así, el Cuarto Mandamiento “constituye uno de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia”. (CIC 2198)

Las posiciones extremas de varias facciones políticas actuales tienen algo en común, ya que ambas constituyen una distorsión del Cuarto Mandamiento. Además, cada una de ellas ignora el papel esencial de la familia y le impone a la gente una noción de gobierno por la cual las personas tienen derecho a asumir poca o ninguna responsabilidad por sus propias acciones o las acciones de la sociedad de la que forman parte. Esto incluye tanto el enfoque estatista de los socialistas que pone demasiado énfasis en el papel del estado en detrimento de la familia, como el enfoque libertario del gobierno adoptado por muchas voces del conservadurismo contemporáneo que hace demasiado hincapié en el papel del individuo en detrimento de la familia. Es el Cuarto Mandamiento el que establece como requisito que el estado de derecho justo gobierne la sociedad humana.

El Quinto Mandamiento indica entonces que el derecho a la vida es el derecho humano preeminente que es establecido y otorgado por Dios mismo. Es el derecho del que dependen todos los demás derechos humanos, entre ellos se incluyen: el derecho a la integridad de la sexualidad humana biológicamente determinada y según el género, y el matrimonio entre un hombre y una mujer, el derecho a la vida familiar, el derecho a la libertad religiosa, el derecho a vivir en paz y seguridad con fronteras seguras, el derecho a inmigrar para sustentar la vida de sí mismo y la de la familia, el derecho al trabajo y a un salario justo y digno, el derecho a la propiedad privada, el derecho al agua limpia y potable, el derecho a que la verdad sea dicha, el derecho a una buena reputación, el derecho a la atención médica básica, el derecho al acceso de una educación suficiente para participar en el bien común de una sociedad en particular, y otros tantos.  

Por lo tanto, los ataques directos a la vida humana, especialmente a la vida humana vulnerable, a través de políticas y prácticas sociales como el aborto, el suicidio asistido, la eutanasia y la práctica actual de la pena de muerte no pueden ser apoyados ni tampoco tolerados en nombre de otros derechos o bienes sociales que los demás pueden disfrutar. Debemos comenzar por el respeto y la protección del derecho inviolable a la vida, pero aún más, nosotros como católicos, no podemos quedarnos ahí. Para vivir de acuerdo con los altos estándares morales a los que Dios nos llama y nos une, estándares que forman un todo indivisible, debemos comenzar por respetar el derecho inviolable a la vida y continuar respetando los demás derechos humanos necesarios que dependen del derecho a la vida.

El mundo corrompido y alejado de la gracia de Dios nos seduce y nos lleva a separar estos derechos y a tratarlos incorrectamente sólo como puntos aislados que compiten entre sí en busca del interés propio dentro de una agenda partidista; los mandamientos están en contraposición con esto.

A través de la oración y la gracia de Dios, podemos descubrir que los mandamientos son una excelente guía para nosotros mientras continuamos la formación de nuestra conciencia y nos preparamos no sólo para estas elecciones, sino también para nuestra contribución y defensa del derecho a la vida, y la promoción del bien común como ciudadanos católicos y fieles.

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