Llamado...Y Recordado
Aunque caemos constantemente, Dios todavía nos llama a seguirlo.
“¿Quién dices que soy?” ¿Cuál sería nuestra respuesta? Digamos que respondemos correctamente, tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente, pero no entendemos completamente lo que significa. Después de la confesión de San Pedro y la primera predicción de la pasión, el apóstol es reprendido. Examinemos esa palabra, “reprensión”, que algunos teólogos llaman en cambio un recordatorio a Pedro para ser un mejor discípulo de Cristo y seguirlo para ser un instrumento del amor y la misericordia de Cristo hacia los demás.
Es como cuando compramos un artículo en la tienda, y luego descubrimos que el fabricante ha retirado el artículo debido a ciertos defectos porque el artículo no cumplió con las expectativas de funcionar de cierta manera; el artículo defectuoso se desecha o se saca de circulación. ¿Quién de nosotros no cae también constantemente? Pero a diferencia de un artículo de la tienda, no somos desechados o sacados de circulación. En cambio, Jesús nos llama a través de Sus sacramentos y palabra a una nueva vida de discipulado en Él.
Este recuerdo al discipulado significa encarnar plenamente todo el mensaje salvífico de Jesucristo y seguirlo en una vocación dentro de la Iglesia. Un verdadero discípulo cristiano asume la vida, la pasión, el sufrimiento, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es una invitación personal a mirar más profundamente dentro de nuestro corazón y mente y responder a Su llamado. Las buenas noticias es que Jesucristo nos invita constantemente a descubrirlo a Él y no a ser desechado o descartado, sino a comenzar una y otra vez para crecer constantemente en la incorporación de comportamientos y acciones similares a Cristo. Tenemos la vida sacramental de la Iglesia y, de manera particular, el sacramento de la reconciliación, la participación de Su Cuerpo y Sangre en el altar del Señor. Tenemos también Su palabra viva y una comunidad de cristianos fieles entre otras instancias en las que Jesús nos invita a crecer en relación con Él y a ser discípulos fieles.
El discipulado de Jesús y el llamado a cualquier vocación en la Iglesia (Matrimonio, Vida Religiosa, Sacerdocio, Soltería) abarca un espectro de exigencias y recompensas, sacrificios y alegrías de cada seguidor de Jesús. Aquellas personas que se preparan para cualquier vocación requieren, ante todo, ser fieles católicos que asisten regularmente a Misa, especialmente los domingos, acuden a la Reconciliación, escuchan la Palabra de Dios y actúan como Cristo en la vida cotidiana.
El mismo Jesús que nos alimenta en la Palabra y en la Eucaristía extiende la invitación a convertirnos en discípulos fieles. Así como Él nos da perdón, estamos llamados a ir más allá y actuar enteramente como discípulos perdonándonos unos a otros. No debemos tener miedo de comprometernos y ser discípulos de Cristo mientras nos preparamos para entrar en una vocación o si actualmente estamos ya comprometidos en una vocación dentro de la Iglesia. Incluso cuando caigamos en pecado, Dios estará allí para ayudarnos a levantarnos y avanzar en el camino, confiando en Él mientras continúa trabajando con nosotros y nos lleva a una comprensión más profunda del Misterio Pascual. De la misma manera que Jesús no se dio por vencido con Pedro o con muchas otras personas en las Escrituras, Él no se va a rendir con nosotros.