Serenata a Nuestra Señora
Para Érica Aguilar, fue un sacrificio que valió la pena. La joven madre abrigó a sus cinco pequeños hijos contra el frío del invierno y viajó desde Decatur a la Catedral de San Patricio en las primeras horas de la mañana en honor a Nuestra Señora de Guadalupe el día de su fiesta el 12 de diciembre.
“Nuestra familia es de México y es nuestra santa especial”, explicó Aguilar, que gestiona la Danza Azteca Guadalupana con su esposo, Jorge. El grupo de jóvenes, los Matachines — conocidos culturalmente como soldados de la Virgen — bailaron en su honor en la celebración. “El segundo nombre de mi hermano es Guadalupe porque nació el 12 de diciembre. Crecimos dándole las gracias a ella por todo lo que teníamos”.
En 1531, Juan Diego se dirigía a Misa cuando se encontró con una hermosa mujer indígena colocada en la cima del Tepeyac, una colina cerca de la Ciudad de México. La aparición, que se produjo durante el solsticio de invierno azteca, se conoce como la Virgen de Guadalupe y el día en que su santa imagen apareció en la tilma de Juan Diego se celebra como el día de su fiesta. La iglesia construida en el lugar del milagro, la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, es el santuario mariano más frecuentado en el mundo.
Siglos después de la aparición, la fiesta de la Virgen de Guadalupe se observa en los santuarios y las iglesias de todos los continentes americanos, con liturgias especiales, procesiones y vigilias. La Misa de las 6 a.m. en la Catedral de San Patricio fue una de las muchas misas celebradas en las parroquias de la Diócesis de Fort Worth en honor a la Madre de Jesús.
Vestidos con trajes rojos, de inspiración azteca, adornados con cuentas y plumas, los Matachines, de edad escolar, procedentes de la Iglesia de La Asunción de la Santísima Virgen María de Decatur, fueron parte de las festividades antes del amanecer que se iniciaron con una serenata frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe. El Mariachi Real de Álvarez comenzó la ceremonia con las “Mañanitas”.
Los jóvenes miembros del Ballet Folklórico Azteca de Fort Worth, una organización de danza folklórica mexicana, también le rindieron homenaje a la Virgen de Guadalupe con una enérgica presentación de bailes típicos de Jalisco y Nuevo León antes de la Misa. Durante una recepción después de la liturgia en el salón parroquial bailaron el tradicional “Jarabe Tapatío” ante todos los asistentes.
Muchos fieles manejaron desde Arlington y Dallas a la Catedral para presenciar la música y los bailes ofrecidos por la madrugada a la Virgen de Guadalupe. Sus propias parroquias habían programado una liturgia nocturna para el día de la fiesta.
“Ellos querían participar en un acto que era más tradicional, porque en México se hace por la mañana temprano”, dijo Tina Valdez, quien sirvió en el comité organizador de la celebración. “La celebración es parte de nuestra cultura y está muy cerca de nuestro corazón. Nuestra Señora de Guadalupe es nuestra madre”.
Un símbolo de la identidad mexicana, la ardiente devoción a Nuestra Señora de Guadalupe está siempre presente en muchos hogares estadounidenses de origen mexicano. Al crecer, Martha Prud’homme, feligrés de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Fort Worth, se identificó con las características autóctonas de la imagen mariana.
“Ella es morena como yo y tiene el pelo oscuro y los ojos como yo los tengo”, dice la señora Prud’homme que asistió al servicio con su sobrina de diez años, Audrianna Cardoza por esta razón. “Es importante que nosotros le enseñemos a la próxima generación los valores de nuestra cultura. Nuestra Señora de Guadalupe es parte de lo que somos como mexico-americanos. Ella es un icono”.
La señora Prud’homme recuerda cómo en la casa de su infancia habían cuatro o cinco imágenes de la Virgen esparcidas en varios cuartos. Fue una tradición familiar que ella continuó después de casarse.
“Mi marido pensó que había entrado a una iglesia”, dijo riendo, recordando cómo su propia decoración incluye una colección de imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe.
Durante la Misa en la catedral, el rector de la catedral, Monseñor Joseph Pemberton, recordó la dedicación y el amor que el pueblo le tiene a la Virgen de Guadalupe, y de la cual fue testigo, durante su visita a la Basílica dedicada a ella en la Ciudad de México.
“Lo primero que me llamó la atención fue el ver como varias personas se iban de rodillas hasta la basílica”, el celebrante recordó en su homilía. “La profunda simplicidad de su fe era tan inocente y tierna. Esto me conmovió”.
“San Juan Diego, el indio pobre que vio la aparición, representa todas las personas heridas y perdidas en el mundo”, dijo el monseñor.
“Nuestra Señora de Guadalupe se apareció a Juan Diego y le dijo al mundo a través de él, ‘Yo soy la madre de los perdidos. Yo soy la madre de los heridos. Yo soy la madre de aquéllos que se sienten rechazados y sin amor’”, añadió Monseñor Pemberton.
La Virgen sigue hablándole a su pueblo siglos después. Proclamada como la Patrona de las Américas, Nuestra Señora de Guadalupe, campeona de los oprimidos, protege a los no nacidos.
“Cuando te sientas un poco herido en tu vida, y sientes que la vida no te ha tratado bien, ven a la Virgen de Guadalupe”, instó Monseñor Pemberton. “Ella es la madre de los tristes y heridos. Eso se expresa bellísimamente en la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe”.