Bajo el manto de Guadalupe
“Escucha, pon bien en tu corazón, hijo mío, el más pequeño: nada te asuste, nada te perturbe tu corazón, tu rostro. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos?”
El amor a la Virgen de Guadalupe rebasa fronteras y el cultivo de su devoción cubre y se extiende por varias generaciones. A pocos años de cumplirse un siglo de las apariciones de la Virgen Morena en el cerro del Tepeyac en el 1531, las palabras que la Virgen le dijera a San Juan Diego resuenan en nuestra Diócesis de Fort Worth con vibrantes testimonios que hacen palpable una profunda devoción.
“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?”
Guadalupe Vega Sánchez, feligrés e integrante de las Guadalupanas de la Parroquia de St. Jude de Mansfield por 17 años, recuerda peregrinar cuando era muy joven junto a miles de personas desde su natal Guanajuato hasta la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.
Vega asegura que la Virgen del Tepeyac le permitió convertirse en madre tras 8 años de ardua lucha; y es por eso, que le encomienda a Ella su salud. Su hija, que tiene ya 18 años, fue bautizada con el nombre de “Lupita, porque ella es un milagro”, asevera.
“¿No estás bajo mi sombra y resguardo?”
Bernarda Miramontes, 55, originaria de Jalisco, México, señala que, aunque ya conocía muy bien quién era la Virgen de Guadalupe, no fue hasta que llegó a los Estados Unidos hace 33 años, que su devoción a la Guadalupe creció más profunda. “Ella ha sido mi refugio al estar lejos de México”. Bernarda relata que cuando nacieron sus hijas gemelas, que tienen hoy 30 años de edad, tras complicaciones a causa de una cesárea, casi pierde la vida. “Fue Ella quien me protegió. Tengo una gran devoción por la Virgen de Guadalupe y siempre le pido que me ayude a perseverar”, agrega.
Miramontes, que es también miembro de St. Jude, coordina el grupo de Guadalupanas tras 27 años de ser feligrés de la parroquia y 9 años de ser Guadalupana. Aun cuando “la fiesta de la Virgen de Guadalupe es muy grande en la comunidad,” ella invita a todos a servir sin importar las dificultades, pues a pesar de sus propios problemas de salud y “con poca escuela” y, de sentirse humilde como San Juan Diego, ella se anima a decir “¡Viva la Virgen de Guadalupe!”
“¿No soy yo la fuente de tu alegría?”
Braulio Nambo, el Director del retiro Kairos Mariano, que se realizará tentativamente en diciembre, señala que ser Guadalupanos es la “esencia” de los mexicanos.
Nambo pertenece al Apostolado Kairos de su Parroquia de Immaculate Conception de Denton, desde hace más de diez años. Aprendió música inspirado en el amor a María, a quien le escribe y dedica cantos mientras participa como miembro del coro. Saber que en el manto de la Virgen de Guadalupe se pueden leer notas musicales, que fueron escuchadas por San Juan Diego, “es algo que me llega al corazón”, dijo Braulio. Él fue parte del grupo de los Matachines en Coahuila cuando era niño y lo continuó haciendo con su familia en la parroquia.
La Virgen María “fue el primer tabernáculo de Jesús”. Por eso, al describir la vivencia de un retiro Kairos Mariano, que se realiza más o menos cada 5 años, dice que el retiro representa “el deseo de vivir siendo mariano, de conocer el amor de Mamita María en sus diferentes advocaciones para que nos enamoremos más de Ella y para que nos lleve a Jesús”, explica al hablar sobre la importancia de tener la experiencia de este retiro junto a 35 voluntarios y en el que, por lo general, se atiende a unas 60 personas.
“¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos?”
“Juan Diego nos representa ... y la Virgen de Guadalupe nos dice que es nuestra madre y la madre de Jesús”, apunta la Hermana Diana Rodríguez, que es la Directora de Formación Religiosa de la Parroquia de All Saints de Fort Worth desde hace 4 años. “Ella siempre está con nosotros, ya sea el día de su Fiesta o no”, señala. La devoción a la Virgen de Guadalupe debe cultivarse “con cercanía”, sobre todo, es importante que los niños y niñas sepan que “tienen a María como madre, y que siempre pueden acudir a ella. Que estén atentos a Ella porque tiene cada día algo que decirnos”, declara la Hermana Diana, que desde niña creció yendo a la Parroquia de All Saints. Su vocación religiosa surgió al ver “la alegría y la unidad” de las Hermanas Catequistas Guadalupanas, lo que le llevó a entrar en esa Orden y a tomar sus votos en el 1983.
El sábado antes del 12 de diciembre los alumnos del catecismo realizan una pequeña procesión, en que participan danzantes, se hacen cantos y se llevan flores con el fin de hacer una consagración a la Virgen de Guadalupe. La idea es “que a los niños no se les apague ese amor a la Virgen María y para que conozcan quién es la Virgen de Guadalupe”, explica la Hermana Diana. Agrega, además, que la importancia de esta celebración es “que no se apague la devoción guadalupana; y que las nuevas generaciones sigan a la Virgen de Guadalupe”.
María del Carmen Conchas, 44, originaria de Zacatecas, se alegra de que su hijo menor de 9 años cultive su amor a la Virgen de Guadalupe en la Parroquia de All Saints. “Mi mamá me enseñó a recurrir a la Virgen de Guadalupe y ahora yo hago lo mismo con mis hijos. Ella está presente en mi vida cada día; sin su ayuda, yo no pudiera salir adelante”, asevera con firmeza.