Pescador de Hombres
“Tú has venido a la orilla, no has buscado ni a sabios ni a ricos, tan sólo quieres que yo te siga”.
Así comienza la canción del Pescador de Hombres, la cual tiene un significado muy especial para el Diácono Mauricio Hernández. Al cumplirse los 15 años desde que fue ordenado al diaconado en septiembre del 2009, el diácono reflexiona cómo Dios lo ha guiado a lo largo de su vida.
“Sonriendo, has dicho mi nombre”
El Diácono Hernández creció a sólo dos casas de su futura esposa en Ciudad de México, pero la verdadera piedra angular de su relación fue la iglesia. Se enamoró de Ofelia al escucharla cantar en el coro de la iglesia. En su camino hacia el trabajo se detenía para verla; ella era entonces la secretaria de la parroquia.
“Duramos tres años de novios, entonces nos casamos y nació nuestro primer hijo”, comparte. Al pasar un tiempo, la joven familia de tres emigró a Texas en busca de mejores oportunidades.
“Así como nos vinimos muchos, nos vinimos no más con la esperanza y la bendición de nuestros padres para empezar a buscar una nueva vida”, explica.
Luego de establecerse en Weatherford, Hernández, que en ese momento tenía 20 años, recibió la noticia del fallecimiento de su padre. No pudo asistir al entierro y el joven se sumió en profundo dolor. Recurrió a su fe en busca de consuelo y asistió a su primer retiro de Cursillos.
“Ahí fue el inicio de mi conversión”, reflexiona el Diácono Hernández. “Le prometí al Señor que ya no trabajaría para nadie más, sino sólo para lo que realmente valía la pena. Y lo único que vale la pena es Jesús.
“Entonces empecé a estudiar y a descubrir el tesoro que mi papá, que en paz descansé, me había dejado y que todos mis antepasados me habían dejado en la fe y el amor de la Iglesia Católica — la fe en Cristo”, asevera.
Después de varios años de estudiar y cultivar su fe, le recomendaron que considerara ingresar a la formación diaconal.
Al principio se mostró reacio, pero con el apoyo de su esposa, Hernández decidió discernir esa llamada.
El diácono afirma que “Dios me fue llevando, me fue llevando, me fue llevando hasta recibir la institución al acolitado. Sentí el llamado y escuché el llamado del Señor durante un canto, el Canto del Pescador de Hombres”.
“Clarito escuché la voz decir, ‘Mauricio, sígueme’”, recuerda el Diácono Hernández. “Yo buscaba quién me hablaba, pero no había nadie”.
“Tú necesitas mis manos”
Una vez ordenado como Diácono, él sabía que su asignación parroquial probablemente no lo mantendría en su misma parroquia, donde ellos llevaban más de 20 años.
“El Padre John Kelly, ex párroco de St. Stephen, me había dicho, ‘usted se va a ir a donde haya la necesidad, no donde usted quiera, a donde haya la necesidad’”, recuerda el diácono.
Cuando llegó la carta de su asignación, el Diácono Hernández se despidió de la comunidad de Weatherford con una misa a la que asistió su padrino, que era el mismo sacerdote de su infancia que lo bautizó, ofició su boda y que también hizo la investidura de sus vestimentas diaconales.
Más tarde esa noche, un feligrés le dijo: “‘Mi hermano, usted ya tiene todos estos hermanos aquí en esta comunidad; ya están aquí. Vaya a encontrar a los otros hermanos que el Señor le tiene allá’”, apunta el diácono.
Esas palabras lo inspiraron mientras se dirigía a las comunidades triparcales de Assumption of the Blessed Virgin Mary Parish en Decatur, St. John the Baptizer Parish en Bridgeport y St. Mary Parish en Jacksboro.
“Desde entonces he estado sirviendo a todos los que puedo, lo más que puedo en estas tres comunidades que amo tanto”, afirma. “Son donde sirvo y he encontrado, así como me dijo mi otro hermano, muchos hermanos allá”.
“Ansia eterna de almas que esperan”
El Diácono Hernández y su esposa Ofelia tuvieron cuatro hijos, pero su hijo mayor “ya está en la casa del Señor” desde el 2013, aclara el diácono.
La muerte de su hijo ha sido muy difícil para él y su familia, “pero por la gracia de Dios, ya lo vamos superando poco a poquito”.
Después en el 2021, el Diácono Hernández fue despedido de su trabajo. Al cabo de unos meses regresó a la parroquia de Weatherford, donde el entonces párroco, el Padre Michael O’Sullivan, lo contrató como asistente pastoral a tiempo parcial.
“Ahí entendí lo que dicen, ‘si estudias lo que te gusta, nunca en tu vida vas a trabajar’”, añade el diácono. “Y pues es lo que estoy haciendo, lo que me gusta, y siento que no es trabajo. Ya van a ser casi tres años aquí en esta comunidad”.
A principios de este año, el Obispo Michael Olson confirió al Diácono Hernández la asignación de asesor espiritual del Movimiento de Cursillos Hispanos.
Sus deberes como esposo, padre y líder de la fe mantienen al diácono muy ocupado.
“Debemos balancear en nuestra vida nuestro trabajo y nuestro ministerio para poder servir a Dios porque a través de nuestra familia doméstica, que es la Iglesia doméstica, también estamos sirviendo a Dios”, aconseja el Diácono Hernández.
El consejo nace de su propia experiencia.
“A veces, uno sacrifica mucho, pero uno no se da cuenta hasta pasado el tiempo”, comenta, refiriéndose al tiempo que pasó alejado de la vida de sus hijos, como resultado de las exigencias de su trabajo anterior. “Gracias a Dios, ya se fue acomodando todo. Ya con más madurez y los años, voy apreciando a nuestros muchachos que Dios nos dejó, y le doy gracias a Dios por haber tener tenido a mi primogénito, que ya está en la casa de Dios”.