Dios, si tu quieres, aquí voy a estar
Para el padre Fernando Preciado, 42, párroco de la Iglesia St. Frances Cabrini en Granbury no existen las casualidades, sino la voluntad de Dios, con “estira y afloja” como él llama a los 18 años que transcurrieron desde su primer ingreso al seminario, a el día de su ordenación, aquí en la Diócesis de Fort Worth.
Sus padres, José Preciado “un hombre completamente de oración” y María Jesús Villegas, “una mujer muy tranquila y de gran fe”, que hicieron “florecer mi vocación”, dijo el padre Preciado.
Tras viajar con misioneros, aprendiendo cuanto vale “la ayuda que uno puede dar”, informó a su padre que deseaba entrar al seminario, la noticia no sería bien recibida, pues a su padre le preocupaba no poder solventar los costos, pero, usando sus propios ahorros y con apoyo del sacerdote del pueblo, a los 15 años de edad dejo su natal Nochistlan, Zacatecas, a sus 6 hermanos y padres, e ingresó al seminario de Guadalajara.
Fue llamado de Dios
Cuatro años después, dejo el seminario pensando que equivoco su vocación, estudió para paramédico, trabajó en el hospital de Zacatecas y en 1998 recibe invitación de Los Misioneros del Sagrado Corazón, y Santa María de Guadalupe, y el llamado se deja escuchar nuevamente.
Fue de misión a la Selva Amazónica en Peru, tiempo que describe como “el primer amor de la vida. La aventura del encuentro con Dios y el ser humano”.
Estando en el seminario tristemente fallece su padre y años después también su madre, pero dejándolo con gran fortaleza. “Mi madre confiaba en que yo iba a ser sacerdote, me decía “no dudes, confía”, y mi padre cuando regresé al seminario me dijo “Lo que vas a iniciar, siempre piensa si vas a terminarlo”, eso me ha impactado mucho, mi padre reforzando mi vida y la confianza de mi madre”, asevero.
Obtiene dispensa desde Roma saliendo de la congregación de Misioneros y en Diciembre de 2009 es ordenado diácono, para recibir orden sacerdotal el 5 de junio del 2010, exactamente el día de su cumpleaños, celebrando 33 años de edad, la edad de Jesús.
“Fueron salidas, entradas, salidas de vuelta, pero hoy más que nunca puedo decir, ahí estaba Dios, nunca me abandono…aquí estoy confiando en Dios”.
María Muñoz, 44, hermana del padre Preciado, dice sentirse “como en las nubes, orgullosa, feliz de sentir la presencia de Dios Nuestro Señor y al mismo tiempo ver a mi hermano siendo sacerdote”, dijo recordando que “fueron muchos años, mis papás no tenían para sostener sus estudios en el seminario, y él trabajó bastante desde pequeño. Gracias a Dios logró ser el sacerdote que es…tiene mucha espiritualidad, le nace de corazón…tiene paciencia y dedicación para ayudar a los demás”, señala María, quien junto a su esposo son Ministros de Comunión en la parroquia Holy Name en Fort Worth, y sus tres hijos crecieron en esa parroquia.
La Eucaristía, “es lo que ha marcado mi vocación”, y hablar de ella a sus feligreses es primordial, señala el padre Preciado, por eso el poder celebrar Misa dentro del sepulcro de Jesús, en Tierra Santa, el año pasado, fue, “un milagro”, mientras que cuando la gente le dice “padre quiero ayudar en esto”, se siente feliz y piensa “La palabra de Dios toco a esta persona”, asegura de su feligresía, la cual no solo es de Granbury, sino llega gente de Waco, Maridan ó Brownwood.
“Mi confianza esta plenamente en Jesús, y cada día que celebro Misa, cuando estoy en la oración de la Eucaristía, digo, si tu quieres, aquí voy a estar”, explico recordando las palabras de un sacerdote de su pueblo “Hay que aprender a ser el burro que lleva a Jesús en los hombros a la entrada triunfal de Jerusalem, y no a creerse los borregos que Jesús lleva a los hombros”, dijo el padre Fernando Preciado, enfatizando que “es lo que he tratado de ser todo el tiempo”, un servidor de Dios.