Un Eterno Intercesor: La comunidad de St. Matthew lamenta el fallecimiento de su párroco
Con profunda tristeza, pero con la certeza de continuar su profundo legado de fe, la comunidad parroquial de St. Matthew en Arlington está de luto ante el triste y repentino fallecimiento del Padre Alejandro Hernández García, confiados de la llegada a la “casa del Padre” de su “párroco, jefe y amigo”.
Tras ser hospitalizado durante los últimos días de enero debido al COVID-19, el Padre Alejandro Hernández García, CORC, falleció el 3 de febrero a los 48 años.
Los servicios fúnebres para el Padre Alejandro Hernández García, comienzan el jueves 11 de febrero con una vigilia de 5 p.m. a 9 p.m. en la Parroquia de St. Matthew, y se observarán los protocolos relacionados con la pandemia del COVID-19. La Misa fúnebre se celebrará al siguiente día, el viernes 12 febrero a las 12 p.m.
Era originario de Córdoba, Veracruz, en México, y fue ordenado sacerdote en el 1999 por la sociedad religiosa, la Confraternidad Operarios del Reino de Cristo, tras responder a su llamado vocacional a los 17 años, cuando ingresó al seminario para hacerse sacerdote.
Su primera asignación como párroco fue en la Parroquia de St. Matthew en el 2016, uniéndose a otros sacerdotes de la Confraternidad Operarios del Reino de Cristo que ya laboraban para la Diócesis de Fort Worth.
“Es muy triste entrar a la oficina y no verlo”, relata María Soto, contadora y directora de negocios de St. Matthew, “Deja un gran legado en nuestra parroquia. Sabíamos que podíamos contar con su apoyo. Ayudó con muchas remodelaciones de la parroquia, siempre pedía la opinión de las personas, y lo que él decidía sabíamos que era por el bien de St. Matthew”, asegura Soto, quien recordará al Padre Alejandro como un sacerdote sabio, firme, paciente, humilde, pero sobre todo por sus homilías.
“Todos pueden coincidir que cuando él daba sus homilías era completamente otra persona, se le veía la gracia. Al final de cada homilía nos encomendaba a la Virgen de Guadalupe”, comentó.
Su gran devoción a la Virgen de Guadalupe era palpable. No sólo durante las memorables Fiestas Guadalupanas del 12 de diciembre cada año, sino también en cada celebración litúrgica y en cada bendición que daba. Comenzó el rezo del Rosario junto al Grupo Guadalupano hace 5 años.
“Los Rosarios son un legado que nos deja y los seguiremos haciendo. Pedimos por toda la comunidad parroquial, por nuestros sacerdotes y por nuestro Obispo”, dijo Marina González, coordinadora del Grupo Guadalupano, sobre los Rosarios de cada primer sábado del mes a las 9 a.m. en el jardín de la Virgen en la Parroquia de St. Matthew.
“Como Guadalupanos vivimos muchas experiencias hermosas de servicio y trabajo”, dijo en nombre de los 21 miembros del grupo Guadalupano en St. Matthew, y aseguró que, aunque la tristeza por su partida física está presente, “mediante la fe, sabemos que él esta con Dios”.
González es también lectora y formó parte de varios retiros espirituales que constantemente organizaba el Padre Alejandro para cada uno de los ministerios parroquiales. “Siempre fomentó el amor a la Virgen de Guadalupe y su gran amor a la Eucaristía…nos decía que, si nosotros estábamos bien preparados, eso se iba a reflejar siempre a la hora de dar nuestro servicio en la celebración de la Santa Misa”, recordó.
“Estuvo siempre preocupado por sus ovejas”, afirmó González, y aseveró que el Padre Alejandro fue un gran ejemplo del Buen Pastor. “Ya tenemos [en el cielo] un eterno sacerdote que estará intercediendo por nosotros”, dijo y está muy agradecida “a Dios por habernos enviado al Padre Alejandro a nuestra parroquia, a la Diócesis de Fort Worth por haber traído a su congregación, y a su congregación por haber formado un sacerdote ejemplar”.
Testigo de esa buena formación, pero también de su gran amor a Dios, fue el Padre Ariel Muñoz, vicario de St. Matthew, y también sacerdote de la Confraternidad Operarios del Reino de Cristo, quien convivió con el Padre Alejandro durante sus primeros años en el seminario y luego fueron también compañeros en los estudios de teología en España.
El Padre Ariel fue ordenado sacerdote dos años antes que el Padre Alejandro, y en el 2007 ambos fueron formadores en el Seminario Mayor de Cristo Rey en Querétaro, hasta que en el 2016 se volvieron a encontrar en la Parroquia de St. Matthew.
“Trabajamos juntos, cada uno en su área, tratando de formar a la gente. Ése fue siempre su mayor preocupación, formar a los ministros extraordinarios de la Eucaristía y a todos los grupos parroquiales”, dijo.
El Padre Alejandro tenía una calidad tremenda, sobre todo en sus homilías, afirmó el Padre Ariel, y aseguró que “él supo llegar al corazón de las personas llevando la Palabra de Dios. Siempre enseñaba a la gente con el Misal Romano, como debe ser,” dijo y añadió que lo recordará por su gran compromiso con su ministerio, “siempre con mucho entusiasmo y mucha entrega”.
“El Padre Alejandro ya está en la presencia de Dios”, dijo el Padre Ariel, aseverando que el legado del Padre Alejandro se mantendrá vivo en la comunidad de St. Matthew.
Juana Rodríguez, Coordinadora de Ambiente Seguro de la parroquia, resaltó la gran labor de servicio que el Padre Alejandro realizó para la comunidad de St. Matthew, impulsando la remodelación de los salones de catecismo, de los baños en la iglesia, y de la oficina parroquial. Agregó que estaba en sus planes construir una nueva cafetería con cocina.
“Dejó un legado de amor a Dios, amor a la Iglesia y amor a nuestra religión católica. Nos enseñó a seguir adelante siempre, a no darnos por vencidos”. “Hay que echarle ganas. Dios va a proveer, la Virgen María nos va a guiar”, solía decir el Padre Alejandro. “Y vamos a seguir así, con ese legado que nos dejó de servicio y de seguir adelante”, afirmó Rodríguez.
“Ojalá que nosotros como congregación de hermanos y hermanas, a nombre de él, trabajemos duro para cumplirle eso que él dejo ya empezado”, comentó sobre el proyecto de la cafetería.
Evangelizando, aún a la distancia y en su tiempo libre
De carácter discreto, alejado de la presunción y dejaba que el centro de atención fuera siempre Dios. El Padre Alejandro buscó siempre estar presente para sus feligreses usando sus talentos, entre ellos tocar la guitarra y practicar el ciclismo.
“Fue un hombre muy trabajador, muy entregado a su sacerdocio, apasionado por estar cerca de la gente, nos entendía muy bien como migrantes, y se preocupaba por que conociéramos la importancia de la liturgia. Un hombre con gran esperanza de estar con Dios, y que nosotros también tuviéramos ese deseo”, aseguró Yeni Montoya, originaria de Hidalgo, México, y voluntaria de la recaudación de fondos en San Mateo.
Según Montoya, ese deseo por parte del Padre Alejandro de mantenerse cerca de sus feligreses fue más evidente durante esta pandemia, cuando por ordenanza de la ciudad, la celebración de la Misa tuvo que realizarse a puerta cerrada.
“Nos grabó dos audios, en uno de ellos tocando la guitarra y cantando…en ese momento podías sentir que quería estar cerca de nosotros”, dijo sobre las reflexiones de Semana Santa y del Día de la Misericordia del año pasado.
Jaime González, Ministro Extraordinario de la Eucaristía, compartió con el Padre Alejandro el gusto por el ciclismo, durante los últimos cuatro años. Los miércoles, que era su día libre, nos íbamos con frecuencia por la mañana a correr rutas forestales en bicicleta, de una a dos horas. Poco a poco, más feligreses se fueron integrando, formando un grupo de siete feligreses que compartían con su párroco en la naturaleza, “íbamos contentos porque él siempre iba de líder y para nosotros él era como el pastor y nosotros, las ovejas”, relató.
El Padre Alejandro practicaba ciclismo desde España, compartió González, “lo hacía por su salud y para despejarse en la naturaleza con la gracia de Dios. Era una conexión con Dios, donde tomaba fuerzas espiritualmente y despejaba su mente para seguir trabajando para nosotros sus feligreses en la parroquia”, dijo.
“Siempre insistió en compartirnos que la Eucaristía es el centro de nuestra Iglesia, el centro de nuestras vidas y así debemos de seguir”, aseguró.