Responsabilidad de cuidar
Antes de comenzar mi jornada como parte del equipo de la Oficina de Ambiente Seguro de la Diócesis de Fort Worth a principios del 2019 lo único que sabía sobre este programa era que la capacitación que ofrecen era un requisito para todos. Al hablar de su función, nunca hubiera pensado en la palabra “ministerio”.
Cuando asumí este puesto el primer día pensaba que mi tiempo estaría dedicado mayormente a las políticas y procedimientos a seguir. No obstante, todas estas nociones comenzaron a cambiar ya en mi segundo día de trabajo. Miré un mapa de la diócesis y me pregunté cómo podríamos supervisar todos esos lugares y estar a cargo de todas esas personas.
El director anterior de Ambiente Seguro, Richard Mathews, me hizo cambiar de perspectiva al decirme con firmeza: “Responsabilidad. Somos responsables de las personas de nuestra diócesis”.
Ese día, a través de ese breve intercambio, se plantó una semilla en mí: estamos llamados a servir, amar y protegernos unos a otros como personas de fe. Somos un solo cuerpo; y nadie es más o menos importante que nadie.
Esto es lo que me impulsa cada día para ejercer el ministerio de Ambiente Seguro. Es un llamado que mueve a 103 coordinadores, 207 facilitadores y a cada voluntario de la parroquia a recordar constantemente que tenemos la responsabilidad de salvaguardar a los más vulnerables. No sabemos las batallas que otras personas podrían estar librando, o por las que hayan pasado mientras oramos junto a ellas.
Con demasiada frecuencia nos sentimos preocupados por nuestros trabajos y tareas, siempre preguntándonos qué más hay que hacer. ¿Cumplí con los requisitos? ¿Logré todo lo que estaba en mi lista?
Aunque ambas son preguntas muy válidas, no podemos olvidarnos de que el Ambiente Seguro va mucho más allá de llenar formularios y asistir a sesiones de formación.
Por eso implica presentarse cada dos años con una mente abierta y un corazón sincero cuando vamos a renovar nuestra certificación. Los voluntarios laicos tienen que hacerse las debidas preguntas, aunque sean difíciles, y asumir la responsabilidad de sus ministerios, así como de las personas que participan activamente en ellos.
Debemos tomarnos un tiempo para reflexionar si queremos ser la voz que habla por los demás; y siempre debemos esforzarnos por ver y comprender verdaderamente la dignidad que cada persona tiene inherentemente.
El Padre José Ignacio Olvera Álvarez, CORC, párroco de Holy Name of Jesus de Fort Worth, expresó acertadamente en su charla a los líderes del Ministerio Hispano en septiembre que éstos son nuestros ministerios; y que es nuestro deber hacer que nuestras parroquias sean lugares seguros para todos.
Más de 80 líderes de diversos ministerios de toda la diócesis que se habían congregado hicieron un compromiso con sus comunidades y entre sí. Brotó así esa noche la primera hoja de la semilla que fue plantada hace mucho tiempo y la esperanza comenzó a florecer.
La esperanza resonó en los pasillos del Centro Católico cuando los líderes de los ministerios reafirmaron su respuesta al llamado y se comprometieron entre sí a sumarse a la importante tarea de la Oficina de Ambiente Seguro de proteger a los más vulnerables. Al hacerlo con amor y compasión, la esperanza aún podría resonar en los corazones de todos aquéllos a quienes servimos.