El impacto global de un papa alemán

Por OSV News
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(5 de enero de 2023) Nacional-Mundial

La gente reza frente a un retrato del difunto Papa Benedicto XVI en la nunciatura apostólica en Madrid el 3 de enero de 2023. (OSV News photo/Violeta Santos Moura, Reuters).

Lea la declaración del obispo Olson sobre la muerte del Papa Benedicto XVI

(OSV News) — Muy pocas figuras de la Iglesia contemporánea han tenido una influencia tan profunda y prolongada como el Papa Benedicto XVI, quien murió el 31 de diciembre a los 95 años. El legado duradero de Joseph Ratzinger — a quien el autor George Weigel llama “una de las figuras cristianas más importantes de los tiempos modernos” — será parte de la Iglesia universal por generaciones venideras.

Este es un análisis de seis puntos fundamentales del legado global del difunto papa emérito.

 

Influenciador del Concilio Vaticano

Joseph Ratzinger pasará a la historia ligado al Concilio Vaticano II (1962-1965), del que fue uno de sus protagonistas en la sombra y después uno de sus más contundentes intérpretes.

Cuando se abrió el concilio en 1962, el Padre Ratzinger, de solo 35 años, era una de las estrellas de la nueva teología alemana. El Cardenal Joseph Frings, el entonces presidente de la conferencia episcopal alemana, llevó a Ratzinger al concilio como experto, y en ese cargo él jugó un papel fundamental en el desarrollo de los documentos conciliares sobre la Iglesia, la revelación y la Sagrada Escritura.

“El propósito del consejo era dar una articulación nueva, fresca y convincente a las antiguas verdades de la fe católica”, dijo Weigel a OSV News. “Y durante los cuatro años del Vaticano II, Joseph Ratzinger fue uno de los tres teólogos más influyentes que ayudaron a dar forma tanto a las reflexiones de los obispos sobre estas verdades antiguas como a formular la nueva presentación de esas verdades”.

Después de cinco años como arzobispo de Múnich, el entonces Cardenal Ratzinger fue llamado a Roma por el Papa Juan Pablo II, con quien se había cruzado durante el concilio, cuando Juan Pablo todavía era conocido como Karol Wojtyla. Cuando el papa polaco se dispuso a implementar el Vaticano II, Ratzinger se convirtió en su colaborador más cercano en los mismos temas en los que anteriormente había influido en el concilio como experto.

El concilio abrió nuevos caminos para la Iglesia, especialmente en tres áreas: la relación de la fe con la ciencia; la relación de la Iglesia con el estado liberal; y finalmente, los vínculos de la Iglesia Católica con otras religiones. En estos tres temas, las diferencias entre las enseñanzas de los concilios anteriores y las del Concilio Vaticano II fueron tan llamativas que a muchos les pareció que la Iglesia había dado un salto al vacío.

El Cardenal Joseph Ratzinger saluda al Papa Juan Pablo II a la llegada del pontifice a Alemania Occidental en 1980. (Foto CNS)

Ante las interpretaciones, provenientes de todos lados, de que Vaticano II fue una “ruptura” con la tradición, Ratzinger, primero como teólogo, luego como asesor de Juan Pablo II y finalmente como Papa Benedicto XVI, defendió una interpretación de continuidad. Él explicó esto unos meses después de ser elegido papa, en un discurso pronunciado el 22 de diciembre de 2005.

Las verdades enseñadas por el Vaticano II, argumentó, ya estaban presentes en la doctrina transmitida por la Iglesia. El Vaticano II sólo se ocupó de hacerlas explícitas, manteniendo así una continua evolución de la doctrina católica. En concordancia con el concilio, Ratzinger quería que Cristo estuviera en el centro.

“Ratzinger en el Vaticano II estaba convencido de que la dirección de la Iglesia al mundo -- la propuesta de la Iglesia al mundo — tenía que ser menos eclesiocéntrica y más Cristo-céntrica”, dijo Weigel, biógrafo del Papa Juan Pablo II y autor de “La elección de Dios: el Papa Benedicto XVI y el Futuro de la Iglesia Católica”.

“La Iglesia tenía que ofrecer un encuentro personal con Jesucristo, no simplemente un encuentro con la institución de la iglesia”, dijo Weigel. “Creo que esto será algo de lo que la Iglesia seguirá aprendiendo en las próximas décadas y siglos”.

 

La forma en que Ratzinger enfrentó la crisis de abuso

El Papa Benedicto XVI deja un legado duradero en las reformas necesarias que se hicieron debido al escándalo de abuso sexual del clero, que ha plagado a la Iglesia en las últimas décadas.

La vida de Joseph Ratzinger cambió para siempre cuando Juan Pablo II le pidió que dirigiera la Congregación de la Doctrina de la Fe (CDF) en 1981. Como Greg Erlandson y Matthew Bunson describen en su libro Pope Benedict XVI and the Sexual Abuse Crisis: Working for Reform and Renewal (OSV, 2010), el Cardenal Ratzinger dedicaba los viernes a trabajar en casos de sacerdotes que habían cometido abusos, tarea que se convirtió en su Vía Crucis personal. Sabía, mucho antes que nadie en el Vaticano, qué tipo de heridas deja el abuso sexual y el impacto duradero que tiene en la vida de las víctimas.

“Él tenía la firme determinación de solucionar estos problemas”, manifestó Weigel a OSV News.

Cuando fue evidente que los obispos no estaban manejando bien estos casos en sus diócesis, la solución vino directamente de la CDF en la forma del motu proprio, “Sacramentorum Sanctitatis Tutela”, publicado en 2001. Firmado por Juan Pablo II, el documento pedía oficialmente, entre otras cosas, que todos los casos de abuso de menores fueran enviados a la oficina de Ratzinger.

“El Cardenal Ratzinger transfirió la responsabilidad de lidiar con estos casos a sus propias manos. Y luego, durante su papado, continuó limpiando la Iglesia de esta ‘escoria’”, dijo Weigel. “Así que creo que él tiene el mayor mérito por la forma en que manejó esta crisis de abuso como prefecto de la CDF y como papa”.

En 2010, Benedicto XVI endureció aún más la legislación de la Iglesia sobre abusos al actualizar las “Normas sobre los delitos más graves” de Juan Pablo II. El pontífice indicó expresamente que la Iglesia debe escuchar y tratar a las víctimas con respeto, cooperar plenamente con las autoridades civiles, y trabajar rápidamente para acelerar estos casos de acuerdo con el derecho canónico.

Ese mismo año, el papa envió una carta a los católicos de Irlanda para ayudarlos a preparar una guía para el manejo de casos de abuso sexual de niños por parte de clérigos, lo que resultó ser un momento histórico. Como afirmó el Padre Jesuita Federico Lombardi en un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede en 2016, esta carta pastoral es “el documento de referencia necesario para la conversión y renovación de la comunidad eclesial después de la dramática experiencia del abuso”.

El papa también se preocupó mucho por las víctimas-sobrevivientes del abuso del clero, tomándose el tiempo para reunirse oficialmente con sobrevivientes en abril de 2008, durante su visita pastoral a Estados Unidos; él fue el primer papa en hacerlo. A partir de entonces, cuando Benedicto XVI viajaba a un país especialmente afectado por abusos — ya fuera Estados Unidos, Australia, Malta, Reino Unido, o Alemania — se proponía reunirse con las víctimas para pedirles perdón, en privado y en público, en nombre de la Iglesia y consolarlos.

Durante la Jornada Mundial de la Juventud en 2008, realizada en Australia, el Papa Benedicto XVI celebró una Misa por las víctimas del abuso clerical. “Fue una Misa hermosa”, dijo el cardenal australiano George Pell a OSV News. “Saludó a cada uno de ellos. Y sé que las víctimas que estaban allí estaban profundamente conmovidas y agradecidas. Era un hombre de genuina compasión”.

En 2013, después de la renuncia de Benedicto, el Papa Francisco continuó el camino iniciado por el papa alemán, con nuevos documentos y medidas que reafirmaron las decisiones de Benedicto. Cuando un informe alemán de enero de 2022 sobre la Arquidiócesis de Múnich señaló que, cuando Joseph Ratzinger era arzobispo, no actuó en cuatro casos, el Vaticano publicó una carta en la que el ex pontífice pedía perdón por cualquier “falta grave”.

 

El Catecismo: Un regalo para todos los católicos

La contribución del Papa Benedicto XVI, primero como cardenal y luego como papa, al Catecismo de la Iglesia Católica, se considera ampliamente como uno de los actos magisteriales más importantes desde el Concilio Vaticano II de 1962-1965. Organizado en cuatro partes principales, el Catecismo buscaba aclarar y volver a proponer la doctrina de la Iglesia de acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

Como prefecto de la CDF, el Cardenal Ratzinger presidió la comisión de redacción, que, durante seis años, compiló el Catecismo a pedido del Papa Juan Pablo II, quien más tarde — en octubre de 1992, con motivo del 30 aniversario de la apertura del Vaticano II — calificó dicha publicación como “un milagro”.

Cardenales y obispos asisten a la misa fúnebre del Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 5 de enero de 2023. (Foto CNS/Vatican Media).

Como pontífice, Benedicto XVI aprobó un nuevo compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en junio de 2005 (publicado en inglés un año después), que presentaba el contenido del Catecismo en una forma más concisa y accesible en torno a cuestiones claves.

El objetivo, explicó Benedicto en ese momento, era proporcionar una comprensión más profunda de la Iglesia y dar un “nuevo impulso a la evangelización”. Benedicto deseaba un “texto autorizado, seguro, y completo sobre los aspectos esenciales de la fe de la Iglesia”, que también contenga “únicamente los elementos esenciales y fundamentales de la fe y de la moral católica, formulados de una manera sencilla”.

“El Catecismo en sí debe ser visto como el acto final de las reformas del Vaticano II”, declaró a OSV News el Padre Roberto Regoli, profesor de historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. “Y en esto fue central el papel de Benedicto XVI, en la coordinación y definición de la fe de la Iglesia Católica y la doctrina pastoral para los nuevos tiempos”.

 

Benedicto XVI y una ‘Iglesia para todos’

En un esfuerzo por revitalizar la Iglesia Católica, particularmente en Europa, el Papa Benedicto XVI emitió, en julio de 2007, pautas que permiten un uso más amplio del Misal Romano de 1962. Su carta apostólica, “Summorum Pontificum”, fue ampliamente vista como un intento de sanar las heridas de los católicos tradicionalistas a quienes a menudo no se les permitía practicar esta forma de culto en sus iglesias locales, empujando a algunos a que se cobijaran en la Sociedad Sacerdotal de San Pío X. Esta orden religiosa tradicionalista se encontraba en comunión irregular con Roma después de que su fundador, el difunto arzobispo francés Marcel Lefebvre, ordenara como obispos a cuatro de sus sacerdotes sin permiso, lo que resultó en su excomunión.

El papa señaló que su iniciativa se basó en un trabajo previo de Juan Pablo II, quien había permitido a obispos diocesanos la posibilidad de celebrar la Misa en la forma más antigua en latín, y que pretendía ser un gesto para aquellos “unidos con tanto amor y afecto” a formas litúrgicas anteriores, que moldearon profundamente su cultura y espíritu”.

Sin embargo, algunos católicos se opusieron al motu proprio, describiéndolo como un retroceso de las reformas del Vaticano II.

El Papa Benedicto XVI besa a un niño durante su visita al Centro de Paz y Alegría de las Misioneras de la Caridad en Cotonú, Benín, el 19 de noviembre de 2011. (Foto CNS/Vatican Media)

En noviembre de 2009, Benedicto estableció disposiciones pastorales para los anglicanos que habían solicitado unirse a la Iglesia Católica pero que deseaban conservar su herencia anglicana. La constitución apostólica, “Anglicanorum Coetibus”, ofendió a algunos líderes anglicanos. Sin embargo, llegó en un momento en que muchos anglicanos, incluyendo aquellos que solicitaban la plena comunión con la Iglesia Católica, vieron que el anglicanismo permitía la ordenación unilateral de mujeres y adoptaba cada vez más posiciones en desacuerdo con la moral cristiana tradicional, lo que dificultaba las relaciones ecuménicas.

Hoy, la Iglesia Católica tiene tres ordinariatos para los católicos de tradición anglicana: uno para el Reino Unido, otro para América del Norte, y un tercero para Australia y los países de la costa del Pacífico.

Benedicto XVI también tenía un afecto especial por los católicos africanos. En la iglesia africana de rápido crecimiento, que se había triplicado en las últimas décadas a alrededor de 146 millones de miembros, Benedicto tomó medidas para abordar las crisis derivadas del agravamiento de la pobreza, el SIDA, el fundamentalismo religioso, así como lo que él describió en un mensaje de octubre de 2009 como la “basura espiritual tóxica” del materialismo occidental.

En noviembre de 2011, en la exhortación apostólica “Africae Munus”, Benedicto reflexionó sobre los temas y asuntos tratados en el Sínodo de Obispos dos años antes. Ofreció a los católicos africanos “directrices para la misión” para convertirse en “apóstoles de la reconciliación, la justicia, y la paz”. La exhortación fue emitida durante una visita papal a Benin, la segunda visita de Benedicto XVI a África después de una peregrinación a Camerún y Angola en 2009.

 

Relación con el mundo musulmán

Benedicto XVI continuó el innovador acercamiento de su predecesor a otras religiones, incluido el Islam. Sin embargo, sus esfuerzos resultaron contraproducentes en su segundo año como papa cuando, en un discurso de septiembre de 2006 sobre la fe y la razón en su antigua universidad en Ratisbona, Alemania, el pontífice pareció relacionar el islam con la violencia al citar las críticas de un antiguo emperador bizantino a las enseñanzas del profeta Mahoma.

El incidente se produjo en medio de la tensión que siguió a la publicación el año anterior de caricaturas antimusulmanas en Europa Occidental, que el nuevo papa había condenado como irrespetuosas e hirientes. Este evento, solo cinco años después del 11 de septiembre, desencadenó protestas musulmanas y disturbios desde Gaza hasta la India, así como una amenaza de muerte por parte de al-Qaeda.

Benedicto XVI luego se disculpó por sus comentarios en Ratisbona a través de su secretario de Estado, el Cardenal Tarcisio Bertone, diciendo que lamentaba que “algunos pasajes” de su discurso pudieran haber “sonado ofensivos para la sensibilidad de los creyentes musulmanes”. En una visita histórica a Turquía en noviembre, Benedicto hizo un llamado a la reconciliación cristiano-musulmana y llamó a todos los líderes religiosos a “rechazar el apoyo a cualquier forma de violencia en nombre de la fe”.

Mientras tanto, en una carta abierta al papa y a otros líderes cristianos en octubre de 2007, más de 130 personalidades musulmanas también instaron a “la paz y un mejor entendimiento” — un mensaje que el mismo Benedicto retomó cuando se dirigió al primer Foro Católico-Musulmán en el Vaticano en noviembre de 2008.

“Católicos y musulmanes tienen el deber de proporcionar una sólida educación en valores humanos, cívicos, religiosos y morales a sus respectivos miembros, y de promover información precisa sobre las religiones de cada uno”, señaló la declaración conjunta. “Están llamados a ser instrumentos de amor y armonía entre los creyentes y para toda la humanidad, renunciando a toda opresión, violencia agresiva y terrorismo, especialmente los cometidos en nombre de la religión, y defendiendo el principio de justicia para todos”.

En numerosos mensajes, el pontífice instó a los cristianos a estar abiertos a los refugiados y migrantes musulmanes, y advirtió sobre la creciente desconfianza y desprecio por el secularismo y el materialismo occidentales entre las sociedades musulmanas de África y Asia.

“Aunque su discurso original de Ratisbona marcó un punto débil inicial en el pontificado (de Benedicto), retrospectivamente está claro que el conflicto que surgió también brindó una oportunidad para nuevos enfoques católico-islámicos”, dijo el Padre Regoli, profesor de la Universidad Gregoriana, a OSV News.

“También inició un diálogo de alto nivel y nuevas formas de cooperación, sin las cuales el trabajo interreligioso de su sucesor, el Papa Francisco, hubiera sido imposible”, agregó. “El Papa Benedicto mostró cómo la diplomacia religiosa y cultural puede utilizarse al servicio de una nueva visión de la armonía mundial”.

 

El papa que le mostró al mundo cómo renunciar con dignidad

No ha habido muchos papas en la historia que hayan renunciado a su cargo; de hecho, Benedicto XVI decidió algo que parecía impensable en el papado moderno. El Papa Gregorio XII, quien renunció en 1415 para resolver el Gran Cisma de Occidente después de servir como papa durante casi nueve años, fue el último en renunciar antes que Benedicto XVI.

“Creo que (la renuncia del Papa Benedicto) fue una decisión honesta de un hombre honesto que realmente creía que había llegado al final de su capacidad física y tal vez intelectual para darle a la Iglesia el liderazgo que necesitaba”, expresó Weigel a OSV News. “Creo que también fue un acto de humildad bastante sorprendente”.

La decisión fue impactante tanto fuera como dentro del Vaticano.

“Recuerdo que no entendí completamente la decisión”, dijo el cardenal polaco Konrad Krajewski a OSV News. “Fue para nosotros casi como si el mundo se hubiera derrumbado”.

El Papa retirado Benedicto XVI y el Papa Francisco intercambian saludos al concluir un consistorio el 14 de febrero de 2015. El Papa Benedicto murió a la edad de 95 años en su residencia en el Vaticano. (Foto CNS/Paul Haring)

El cardenal Krajewski es el principal limosnero del Papa Francisco en el Vaticano, donde ha servido durante casi tres décadas. Escuchar que el pontífice alemán había renunciado fue doloroso para él.

“En ese entonces no vimos por qué tomó esta decisión que ahora sabemos que fue muy pensada”, dijo el cardenal polaco. “Pero cuando se convirtió en un ‘respaldo’ de oración para el Papa Francisco, cuando apoyó al papa reinante con su fuerza silenciosa, solo entonces comencé a admirar su decisión y determinación, que estaban impulsadas por su espiritualidad, responsabilidad por la Iglesia y amor a la Iglesia”.

Hoy, casi una década después de la renuncia de Benedicto, la abdicación del papado es vista como algo que la Iglesia puede esperar. El mismo Papa Francisco admitió en una entrevista reciente para la revista española ABC que había preparado una carta de renuncia en caso de problemas de salud. Fue Benedicto XVI quien mostró el camino de esta “primicia” en la historia moderna del papado, ofreciendo una lección de humildad y dando un ejemplo de lo que significa ser un papa emérito.

La renuncia del Papa Benedicto XVI también nos lleva de regreso a donde comenzamos en esta discusión sobre el legado global del pontífice: su herencia del Concilio Vaticano II. Antes del concilio, no era común que los obispos se retiraran. Después del concilio, se volvió común, aunque no con el papado. Con su renuncia como obispo de Roma, Benedicto se basó en el entendimiento del Vaticano II de que los líderes episcopales podrían, y tal vez deberían, renunciar a su papel en el gobierno, sentando un precedente sobre cómo los futuros pontificados pueden abordar su tiempo en el cargo. Ahora, a su muerte, muchos ya llaman a Benedicto XVI “el grande”.

Por Paulina Guzik y Jonathan Luxmoore, OSV News.

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